Mirando al Sur / Año Lírico

Guillermo Meléndez

(Galeana N.L. 1947) Licenciado en Ciencias Jurídicas por la Facultad de Derecho en la UANL. Ha participado en diferentes encuentros regionales e internacionales de escritores: Monterrey, Nuevo León; La Paz, Baja California Sur; Querétaro, Querétaro; Monclova, Coahuila; Ciudad Victoria, Tamaulipas; Santiago de Chile, y Tijuana, Baja California. Norte.


Obras·
Perdido mas no tan loco (Cuadernos El moro, Monterrey N.L. 1979)· Jacinto enloquecido (STUANL, Monterrey N.L. 1985)· Cifra Incierta (Colectivo Estrategias de la nostalgia, UNAM, México DF 1989)· Astillas de arce (Escuela Normal Miguel F Martínez,Monterrey N.L. 1989)· Diario del Sillayama (Ayuntamiento de Guadalupe Nuevo León 1993)· La penúltima piel (Ediciones del Azar, Chihuahua 1994)· Inmundi (ediciones Toque, Guadalajara 1995)· Memorias del aljibe (Libros de la Mancuspia, Monterrey N.L 1998)· Ciudad del náufrago (Fondo de Cultura Económica, México DF 2002)· Cuaderno de la nieve (Mantis Editores, Guadalajara 2004)· Circo romano (El árbol ediciones, Morelia 2007)· Legajo de la noche (Ediciones Intempestivas, Monterrey 2008)

















(Mirando al Sur)


II

Vuelvo con la frente marchita
y aunque los surcos ya estaban en mi cara
antes de partir, al palparlos,
de acuerdo con Gardel admito
que la vida es un soplo y los años son nada.

Me fui y el tiempo de mi ausencia
fue un soplo también. Muerto, de paseo o enfermo,
ahí en El sesteo de los cuervos
seguro estoy que nadie se dio cuenta
que dejé de asistir.

Retorno y pasa inadvertido
mi disfraz de marino rioplatense,
no hay quien quiera saber
si el sol que asoma en mi barriga cervecera
proviene de Uruguay o de Argentina.

Ningún chistoso me pregunta
si la nieve que tupe mi mostacho
la traje de los Andes, si los pelicanitos
de Valparaíso creían que mi papada
guardaba su alimento

Soy otra vez el cliente S. S.
Ocupo mi lugar en la barra, y en el espejo,
a un lado del anuncio que ofrece dos vampiros por uno,
mi reflejo con su mirada penetrante
invita abandonar la dominante indiferencia.

Como Li Po y Tu Fu nos saludamos con una caravana,
atusa su bigote y yo también,
luego elevamos las copas invitando a la luna
y de inmediato pide que le cuente mi andanza
de sileno hechizado por las uvas chilenas.

(Año Lírico)


Otoño

La noche, con la aparición de William Empson
cambió su mansedumbre: -tocayo, dijo en un español
similar al de Nat King Cole, no te da pena
buscar la dicha por el ojo de una cerradura,
pareces sirvienta fisgona, desenróscate,
y deja ya de restaurar la brecha de migajas
por donde intentas retornar a Serena,
el pueblo que fundaste entre colinas de aserrín
en la carpintería de tu padre.

Así, como conjuro, ese reproche develó otro universo.
En él, el mar se ajaba por falta de gaviotas,
rugía en la lata de cerveza que acerqué a mi oreja
-sus olas tenían la cresta numerada,
y la 2002 trajo a la playa la sandalia de Jasón,
el maxilar de la orca que se tragó a Pinocho
y el salvavidas de una niña de Tampico
que se ahogó al confundir un aguamala con pelota.

La luna fomentaba los brindis –en uno con cachaza
-después de lamentar la muerte de un caballo,
vino Cecilia Meireles y me dijó: -saúde corujo
-alzó una copa hecha con empaque de huevos,
y desapareció agitando sus enaguas
al ritmo de Oh Adonis de Safo
musicalizada por Los Corraleros del Majaual.

Mi gata Copito entró dispuesta a su sesión de sobeo
pero la devolví a los techos y ella se fue feliz,
luego guardé los naipes con que juego
al corazón cautivo, y me dejé llevar por la extrañeza
y esa noche no me embarré el ungüento reductor de papada
que los laboratorios Ramsés fabrican con baba de pelícano.

De esa manera otro otoño de mi otoño de cotorrón bilioso
me sorprendió pujando en el retrete
donde a mi espalda un cactus pidió agua,
y un reloj infartado hace un mes resucitó,
donde a mi lado William Empson exclamaba
-la basura queda y mata- y se despedía
acariciando la barriga de mi buda de yeso.

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